El
cuento “La chabola” pertenece al libro Cuentos sin geografía y otras
narraciones escrito por Pedro Lezcano quien nació en Madrid en 1920.
A
principios del siglo XX una crisis generalizada afecta España debido a la
decadencia política y los problemas sociales.
El
siglo XX representa en Canarias la culminación literaria, supone madurez ente
el lenguaje y la realidad que aborda.
Triunfa
la poesía, la narrativa, la prosa periodística y el ensayo: primero surge el
Modernismo, luego las vanguardias en los años 20 y ambos movimientos conviven.
Tomás
Morales y Alonso Quesada son los representantes del Modernismo insular que
alcanza su madurez en 1908. Hacia los años 20 empiezan a sentirse en Canarias
las ideas renovadoras de las vanguardias europeas y surgen revistas renovadoras
que dan a conocer lo canario en el exterior a la vez que introducen lo novedoso
producido en otros lugares. En ellas escriben los mejores representantes de las
vanguardias canarias como Pedro García Cabrera. Además de otros vinculados a la
generación del 27 como Josefina de la Torre.
Con
la Guerra Civil se trunca el proceso vanguardista y hay un giro en la
literatura. Juan Manuel Trujillo funda revistas en las que se dan a conocer
poetas como Agustín Millares Sall y Pedro Lezcano, entre otros. La poesía de
entonces se debate entre el realismo social y las variaciones existenciales y
metafísicas.
Uno
de los hitos más importantes de esta época es la publicación de Antología
Cercada en la que participaron escritores como Millares Sall, Pedro
Lezcano, Ventura Doreste que inician de algún modo una poesía marcada por el
compromiso social.
Agustín
Millares Sall es quien escribe una poesía más abiertamente comprometida en lo
social, padre en este sentido de varias generaciones.
Pedro
Lezcano, que además de poeta es narrador y dramaturgo ha desarrollado una
poética que pasa por lo metafísico y por la poesía comprometida.
Un
grupo de escritores en torno a los años 50, intenta una tímida renovación del
lenguaje, unos a través de la tradición literaria insular y otros a través de
un lenguaje muy depurado.
Los
años 60 representan un auge espectacular de la cultura en poesía. Suplementos
culturales de la prensa contribuyeron a crear un clima favorable para la
creación literaria. La novela tendrá que esperar hasta los años setenta para
despegar, aunque se conocen algunas novelas como Fetasa de Isaac de Vega
o Mararía de Rafael Arozarena.
Aunque
Pedro Lezcano nació en Madrid, su vida pronto estuvo vinculada a las islas,
concretamente a la de Gran Canaria pues se trasladó allí a los nueve años.
Desde
su adolescencia se relaciona con otros poetas con los que luego compartirá
estilo y tendencias, como Agustín Millares Sall y Ventura Doreste. Consolidó
una formación universitaria que contribuyó a su dominio de la escritura.
Como
sus contemporáneos, las revistas le servirán de vehículo para sus producciones
en su época de estudiante de bachillerato y universitario.
En
su trayectoria literaria podemos distinguir dos etapas, la primera llega hasta
1946 y en ella publica en revistas tanto canarias “Spes” como peninsulares
“Garcilaso” y “La Estafeta Literaria” (Madrid)… en las que consolida su voz
poética y adquiere cierta fama.
En
esta época escribió obras como Cinco poemas, Desconfianza, bajo
el influjo de poetas como Garcilaso, Lorca y Miguel Hernández.
La
segunda etapa es a partir de 1947, en ella creó su propia imprenta y nos
encontramos a un Lezcano a caballo entre el teatro, una de sus grandes
pasiones, su colaboración en diferentes suplementos literarios insulares y su
dedicación progresiva a la política siempre como militante de izquierdas.
Creó
el Teatro Insular de Cámara de la que fue actor y con la que representó a
autores clásicos y modernos, españoles y extranjeros, fue siempre fiel a una
doble posición ante la vida y ante su obra: en él se combina lo humano real y
lo trascendente, lo culto con lo popular, el misterio y la luz del mundo. Su
vertiente popular viene de lo vivo y lo cercano y se alimenta de la realidad.
Destacan obras como: Romance del tiempo, Paloma o herramienta y Cuentos
sin geografía y otras narraciones, que es una colección algo bizarra y
heterogénea de cuentos en la que, por un lado, nos encontramos con relatos que
parecen bromas o en los que la ironía parece ahogar la denuncia social
implícita y, por otro lado, otros recuperan lejanas tipologías cervantinas o
nos acercan al Lezcano de clara reivindicación social.
Como
ya se dijo, a este libro pertenece el cuento que analizamos “La Chabola” que es
el retrato, casi la fotografía cotidiana, mitad ternura, mitad desolación de la
pobreza particular de una familia de clase trabajadora.
En
él una familia extremadamente pobre se dispone a cenar una humilde comida
elaborada con productos recogidos por ellos mismos. En los preparativos la
madre va dando órdenes a toda la familia y organiza el día siguiente. La abuela
no puede moverse, el hijo pequeño llora y el resto colabora en las labores de
su chabola. En medio de la cena irrumpe un extranjero que los informa de que
van a echar un cohete y deben desconectar todos los electrodomésticos. Ellos,
que no han entendido nada a pesar del extranjero hablarles en español, creen
que vino a llamarles la atención porque molestaban con el llanto del niño
pequeño.
El
tema que se aborda en el cuento es la pobreza de la clase trabajadora, que
convive, además, con un mundo más avanzado el de los electrodomésticos de los
que ellos no han oído ni hablar y el lanzamiento de cohetes al espacio.
Según
su estructura interna, el texto sigue un orden cronológico con un planteamiento
que se la presentación de la familia y el lugar en el que suceden los hechos,
una chabola situada en una playa; el desarrollo es la preparación de la cena
que tiene lugar con el diálogo de los miembros de la familia y la irrupción del
americano y el desenlace que es la interpretación de las palabras del
americano, que aunque han sido en el mismo idioma, no han sabido interpretar
pues les habla de un mundo que desconocen aunque conviven con él.
En
cuanto a su estructura externa, el cuento se acerca a una verdadera escena
teatral pues gran parte de él aparece en forma de diálogo, aunque se inicia con
una narración y acaba igual.
El
narrador aparece en tercera persona, es un narrador omnisciente, pues controla
el medio en que se desarrolla la acción…”como sus hermanas celestes,
palidecerán quemadas por el sol de la mañana”.
Los
personajes que intervienen son los miembros de una familia: la madre, María, es
la encargada de organizar las labores de toda la familia, la responsable de las
tareas domésticas, del cuidado de la abuela impedida y del niño pequeño.
Juan
el chinchorrero es un pescador pobre, con buen humor, sin preparación alguna,
pero sabe leer los periódicos, hecho que destaca.
Pepa
e Isabela son las hijas que ayudan a la madre en sus tareas, Justo, el
hijo, se ocupa de las tareas
relacionadas con los animales “que no se olvide de ordeñar”. El niño pequeño
llora y lo hacen responsable de la visita del americano.
Y la
abuela, a medio morir, necesita el
cuidado de la familia, en ella es quizá en quien se refleja más esa pobreza
extrema en la que vive la familia. Su nombre es simbólico, se va
empequeñeciendo con ella Juanona, Juanita, Juana, Juanitita…
El
espacio en que transcurre esta escena es una humilde chabola situada en una
playa grancanaria.
El
tiempo en el que sucede la escena es en los preparativos de una cena breve, tan
breve que no tiene sobremesa, en los
años 60-70 pues en esta época aún había en Canarias luces de carburo y, además,
entonces tienen lugar las misiones espaciales que se llevan a cabo en la
estación de Maspalomas, desde donde se realizaba por aquel entonces el
seguimiento y apoyo de las misiones Apolo; de ahí la presencia del americano.
En
cuanto al estilo, en el lenguaje podemos destacar rasgos del léxico canario
como el “chincorrero”, el “gofio” “privarse”. Se mezclan los registros: el
culto del narrador, el coloquial de la conversación familiar, incluso el vulgar
“¿Cuálo dijo que hiciéramos?”…
Aparecen
símiles “extranjero como ánima”, metonimia “su virginio”, sinestesia “rezongo
azul”, metáforas “toda la arena queda sembrada de estrellas marinas color de
sangre…” Rasgos poéticos, sobre todo en la parte inicial, que se contraponen
con los rasgos del diálogo cotidiano, más duro, más realista… y es que el
relato se acerca a la pintura de costumbres. Gran parte del relato es un
diálogo entre los distintos miembros de la familia lo que acerca el cuento a
una verdadera escena teatral, la gran pasión de Lezcano. Este relato
aparentemente simple e inocuo constituye una verdadera crítica social y nos
muestra a un Lezcano comprometido y testimonial.