LOS CUATRO OFICIOS
Cuentan de un matrimonio que tenía cuatro hijos que los cuatro salieron muy viciosos. No hacían más que gastar dinero hasta que dejaron a la familia arruinada. Lo último que les quedó fue un medio de trigo. El padre lo molió y con la harina hizo cuatro panes. A cada uno de los hijos le dio un pan, y les dijo:
-Esto es lo último que me queda. Vosotros tenéis que buscaros la vida y al año traer un oficio aprendido.
Salieron los cuatro y al final de un camino se encontraron con cuatro sendas. Cada uno fue por una de ellas.
El mayor tropezó con una cuadrilla de ladrones que le dijeron:
-¿Te gusta el oficio?
Y él contestó:
-No me disgusta.
De manera que se quedó con ellos y aprendió a ser un fino ladrón.
El segundo se encontró con una cuadrilla de cazadores. Le pasó lo mismo que al primero y aprendió a ser un buen tirador.
El tercero pasó por una aldea y vio a un latero trabajando en una choza. Se quedó con él y aprendió a ser un buen latero.
El más chico era ya de noche y todavía no había encontrado trabajo. De pronto vio una luz a lo lejos y era una casa. Llamó y abrió la puerta una anciana que le dijo:
-¿Quién mal te quiere que por aquí te envía?
Y contestó él:
-Mi suerte buena o mala.
-¡Ay, hijo! Aquí me guarda un gigante y se come a todas las personas que vienen de fuera.
-Bueno, abuela –dijo el muchacho-, de todas maneras por ahí me voy a morir de frío y de hambre.
Y entonces dijo la anciana:
-Está bien, entra. Te esconderé donde no te vea.
Peor a esto entró el gigante y dijo:
-¡A carne humana me huele! ¡Si no me la das, te mato!
El muchacho salió, para que el gigante no le hiciera daño a la pobre anciana, y el gigante le dijo:
¿Qué haces tú aquí?
Entonces el muchacho le contó toda su historia y el otro se compadeció de él y le dijo:
-Come y vete a la cama, que mañana hablaremos.
Cuando llegó la mañana, el gigante le dio un libro y le dijo:
-Toma este libro y estudia. En el hueco del año estudiarás más y serás un gran sabio.
Y así fue.
Llegó el tiempo de volver a su casa y todos los hermanos se encontraron allí de nuevo. Cuando estaban reunidos, le dijo el padre al mayor:
-¿Tú qué oficio has aprendido?
-Yo, ladrón.
-¿Y tú? –preguntó al segundo.
-Yo, tirador.
-¿Y tú? –preguntó al tercero.
-Yo, latero.
-¿Y tú? –al menor.
-Yo, sabio.
Entonces el padre le preguntó al sabio:
-¿Qué es lo que hay en el rincón de la casa, que cuando os fuiste no lo había?
Y contestó el muchacho:
-Un nido de golondrinas con cuatro huevos.
-Muy bien –dijo el padre-. Ahora te toca a ti –le dijo al ladrón-. Irás a coger un huevo sin que la golondrina te sienta.
El mayor fue y cogió un huevo sin que la golondrina lo sintiera y se lo entregó al padre. Este le dijo al tirador:
-Tú pégale un tiro al huevo y lo haces en diez partes.
Y así lo hizo el tirador. Luego le dijo al que quedaba:
-Si eres tan buen latero, arregla este huevo sin que se note.
Y el latero lo dejó perfectamente arreglado y lo puso otra vez en el nido. Se volvió otra vez al sabio y le dijo:
-A ver si sabes dónde está la hija del rey, que se ha perdido y nadie la encuentra.
-Lo sé –dijo el menor-. Está en el mar y la tiene un bicho volador cautivada.
Al día siguiente fueron los cuatro hermanos a rescatar a la princesa en un barco. El sabio dijo:
-¿Veis aquel bulto que hay allí?
-Si lo vemos –respondieron.
-Pues ahí está la hija del rey.
El ladrón fue a rescatarla, cuando el bicho estaba dormido, y ya estaba de regreso en el barco, cuando el bicho se despertó y salió volando para devorarlos. Pronto el tirador le dio un tiro y lo mató, pero el bicho cayó en el barco y lo hizo trizas. El latero entonces lo arregló, y terminando todo esto fueron los cuatro al castillo del rey para entregar la hija. Al ver el rey a su hija sana y salva, dijo:
-¿Quién va a ser el que se va a casar con ella?
Contestó el ladrón:
-Yo, que la rescaté.
Y el tirador dijo:
-Yo, que si no es por mí, no sabíais dónde estaba y no podríais haber hecho lo que habéis hecho.
Entonces intervino el rey:
-Que mi hija decida a quien desee.
Y la hija dijo:
-Me casaré con el sabio.
Los otros empezaron a protestar y el rey les dijo:
-A vosotros os daré mucho dinero y os nombraré puestos mayores en el castillo. ¿Aceptáis?
Después de mucho pensarlo dijeron que sí. Se llevaron a sus padres al castillo y desde entonces fueron muy felices.
A. R. ALMODÓVAR, Cuentos al amor de la lumbre (I), ANAYA, Madrid, 1986.
domingo, 18 de enero de 2009
UN LUNES, UN CUENTO (12)
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