domingo, 26 de abril de 2009

UN LUNES, UN CUENTO (23)




DESCUBRIENDO EL VERDADERO MIEDO
Un sultán decidió hacer un viaje en barco con algunos de sus mejores
cortesanos. Se embarcaron en el puerto de Dubai y zarparon en dirección al
mar abierto.

Entretanto, en cuanto el navío se alejó de tierra, uno de los súbditos
-que jamás había visto el mar, y había pasado la mayor parte de su vida en
las montañas - comenzó a tener un ataque de pánico: sentado en la bodega
de la nave lloraba, gritaba y se negaba a comer o a dormir. Todos
procuraban calmarlo, diciéndole que el viaje no era tan peligroso, pero
aunque las palabras llegasen a sus oídos no llegaban a su corazón.

El sultán no sabía qué hacer, y el hermoso viaje por aguas tranquilas y
cielo azul se transformó en un tormento para los pasajeros y la tripulación.

Pasaron dos días sin que nadie pudiese dormir con los gritos del hombre.
El sultán ya estaba a punto de mandar volver al puerto cuando uno de sus
ministros, conocido por su sabiduría, se le aproximó: Si Su Alteza me da
permiso, yo conseguiré calmarlo.

Sin dudar un instante, el sultán le respondió que no solo se permitía,
sino que sería recompensado si consiguiera solucionar el problema.

El sabio entonces pidió que tirasen al hombre al mar. En el momento,
contentos de que esa pesadilla fuera a terminar, un grupo de tripulantes
agarró al hombre que se debatía en la bodega y lo tiraron al agua.

El cortesano comenzó a debatirse, se hundió, tragó agua salada, volvió a
la superficie, gritó más fuerte aún, se volvió a hundir y de nuevo
consiguió reflotar. En ese momento, el ministro pidió que lo alzasen
nuevamente hasta la cubierta del barco.

A partir de aquel episodio, nadie volvió a escuchar jamás cualquier queja
del hombre, que pasó el resto del viaje en silencio, llegando incluso a
comentar con uno de los pasajeros que nunca había visto nada tan bello
como el cielo y el mar unidos en el horizonte. El viaje - que antes era un
tormento para todos los que se encontraban en el barco - se transformó en
una experiencia de armonía y tranquilidad.

Poco antes de regresar al puerto, el Sultán fue a buscar al ministro:
¿Cómo podías adivinar que arrojando a aquel pobre hombre al mar se calmaría?

Por causa de mi matrimonio - respondió el ministro. Yo vivía aterrorizado
con la idea de perder a mi mujer, y mis celos eran tan grandes que no
paraba de llorar y gritar como este hombre. Un día ella no aguantó más y
me abandonó, y yo pude sentir lo terrible que sería la vida sin ella. Solo
regresó después de que le prometí que jamás volvería a atormentarla con
mis miedos. De la misma manera, este hombre jamás había probado el agua
salada y jamás se había dado cuenta de la agonía de un hombre a punto de
ahogarse. Después que conoció eso, entendió perfectamente lo maravilloso
que es sentir las tablas del barco bajo sus pies.

Sabia actitud - comentó el sultán.

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