domingo, 22 de febrero de 2009

UN POEMA A LA SEMANA (16)

UN LUNES, UN CUENTO (17)


LA EXTREMA MISERIA

Esta breve historia nos llega de la tradición árabe:
Un hombre muy pobre y su joven hijo encontraron a unos hombres que transportaban un cuerpo.
-¿Adónde lleváis a ese muerto? –preguntó el niño.
-A un lugar donde no hay nada de comer, ni de beber. A un lugar donde no hay ni tejado, ni fuego, ni tapices, ni esteras.
-Entonces seguramente lo lleváis a mi casa –dijo el niño.


CARRIÈRE, J.C., El círculo de los mentirosos. Cuentos filosóficos del mundo entero, LUMEN, Barcelona, 2001.

domingo, 15 de febrero de 2009

UN POEMA A LA SEMANA (14)

Manuel Machado, Cantares

UN LUNES, UN CUENTO (16)


EL PEQUEÑO GIGANTE

Una familia de gigantes tenía cuatro niños, tres de los cuales eran niños gigantes, pero uno era pequeño, no más grande que tú y que yo, y se llamaba Jobo.
Al pequeño gigante Jobo le encantaba jugar con su hermana. Pero lo que más le gustaba era trepar por ella, aunque debía tener cuidado de no enredarse con sus salvajes rizos. En una ocasión se perdió en su espesura y tuvo que gritar pidiendo ayuda; su hermana le sacó con un peine del tamaño de un rastrillo para el heno.
Los gigantes vivían juntos, como nosotros. Se pasaban el brazo por los hombros y por el talle, se besaban con frecuencia y, a veces, se lamían el rostro. A Jobo le daban miedo sus lenguas. Hasta él mismo dio una vez un beso, que sonó como si escupiera un hueso de ciruela.
Tanto si estaban de pie como si caminaban, los gigantes tenían que agarrarse con fuerza unos a otros. En cambio, Jobo empezó a correr muy pronto. Los otros le observaban, se quedaban asombrados y entrechocaban las cabezas.
Los gigantes también tenían unos abrigos enormes, en los que cabían más de uno. Uno metía el brazo derecho en la manga derecha, otro el brazo izquierdo en la manga izquierda, y en medio cabía un tercero, y hasta un cuarto. De esta forma abultaban tanto de ancho como de largo cuando caían en la hierba, y el vaho que les salía por la boca en invierno parecía el de una locomotora.
A la hora de comer ponían ante ellos una fuente en la que todos metían la mano. No sólo se alimentaban a sí mismos, sino que también se embutían patatas en la boca mutuamente o se quitaban unos a otros los mejores pedazos de entre los dientes.
Los gigantes hablaban poco y despacio. Su forma de hablar era parecida a la tuya y a la mía, aunque algunas palabras sonaban comprimidas. Por ejemplo, en vez de decir patata decían pata, y, en lugar de Jacobo, Jobo. Su lenguaje era muy simple. Los lunes la madre decía:
-Hoy es lunes.
Y ellos repetían:
-Lunes.
Después su hermana, agarrando con una mano la barba del hermano mayor, decía:
-Hoy brilla el sol.
Y ellos asentían con la cabeza:
-Brilla.
Repetían todo lo que decían los otros, aunque fueran insultos. Uno le llamaba a otro ono, que significaba tonto, y éste a su vez decía ono, y no se sabía si devolvía el insulto o si se limitaba simplemente a repetir.
Jobo hablaba mucho y rápido, por lo que los gigantes no entendían munchas de sus palabras; sólo comprendían lo que podían repetir. Eran bastante necios; sólo Jobo era inteligente y hábil. Tocaba muy bien el contrabajo, qu él mismo se había hecho con un zueco de gigante infantil. Como era tan listo, se burlaba de sus hermanos cuanto quería. En una ocasión su hermano mayor le insultó porque se bañaba en la sopa caliente. Ono, gritó aquél, y acto seguido los otros repitieron la palabra. Jobo salió de la sopera, cogió su contrabajo y se puso a tocar con tanta destreza que el hermano y el resto de la familia se quedaron boquiabiertos de asombro.
Pero antes de quedarse con la boca abierta, exclamaron admirados:
-¡Diez demonios!
Tú y yo hubiéramos dicho: ¡Mil demonios! Pero es que ellos sólo sabían contar con los dedos y, como no tenían más dedos que nosotros, diez era la cifra máxima a la que llegaban. Por el contrario, Jobo sabía contar hasta veinte, pues, si era necesario, utilizaba los dedos de los pies.
Cuando Jobo vio la boca abierta de su hermano, apartó el contrabajo y el arco, cogió una calabaza y se la metió entre los dientes. Aquél no se quitó la calabaza y no dijo tampoco una palabra más. Agitaba la cabeza y agarraba el aire con las manos como si quisiera estrujarlo. Jobo se compadeció de él. Volvió a coger el contrabajo y tocó con más rapidez que antes, y su hermano abrió la boca tan desmesuradamente que la calabaza se cayó por sí sola.
Por la noche, toda la familia dormía junta, apretujada. Sólo Jobo tenía su propia cama, tan pequeña como la tuya y la mía. Se la había hecho él mismo con una caja.
Algunas veces se ponía a tocar cuando los gigantes ya estaban dormidos. Aún así, ponían cara de asombro, abrían mucho la boca y roncaban. Cuando Jobo dejaba de tocar, cerraban otra vez la boca, así que, con frecuencia, uno acababa mordiendo a otro en la pierna; éste se defendía y empujaba a un tercero. Así comenzaban a zarandearse en la oscuridad y sus miembros se confundían. A menudo se pellizcaban su propia pantorrilla, se insultaban y volvían a dormirse.
Cuando Jobo tenía diez años, empezó a sentirse muy triste. Veía y oía el viento que rozaba la hierba, el pájaro que se dejaba llevar por él y el brillo que producía en el agua. Un día dijo a los gigantes:
-¡Adiós! Quiero salir al mundo.
Los gigantes se estremecieron.
-¿Al mundo? –preguntaron-. ¿Dónde está eso?
Jobo abrazó a sus padres y hermanos y se echó a los hombros el contrabajo.
-Vuelve pronto a casa –dijeron los gigantes.
Tenían los ojos, el pelo y la barba humedecidos por las lágrimas. Ni siquiera vieron qué camino tomaba. Hacían señas en todas direcciones y gritaban:
-¡Vuelve pronto! ¡Vuelven pronto!
Jobo caminó durante tres días y durmió tres noches en el bosque. Al cuarto día encontró un camino y lo siguió. Al atardecer llegó a un pueblo donde vivía gente. Se quedó asombrado por la pequeñez de las casas y por las comodidades que tenían. Aquí viven enanos, pensó.
Había una ventana abierta, oyó tocar un contrabajo. Las notas surgían una tras otra con tanta rapidez como si fuera él mismo el que tocara. Se asomó:
-¡Veinte demonios! –exclamó-. ¡Suena bien!
-¿Cuántos demonios? –preguntó una chica que estaba sentada detrás del contrabajo.
Jobo sólo vio su rostro, pero fue suficiente. Se quedó estupefacto. No había visto nunca nada tan bello. Cuando ella dijo ¡Entra!, él repitió:
-Entra- y entró por la ventana.
No sabía que existían las puertas ni para qué servían.
Así conoció Jobo a los humanos. Era gente como él, y como tú y como yo. Hablaban mucho y rápido, eran inteligentes y tocaban el contrabajo. Para comer utilizaban unos pequeños instrumentos y podían contar hasta un millón, e incluso más.
Jobo y la chica, que se llamaba Rosalía, tocaban juntos el contrabajo desde hacía ya semanas. Antes de empezar a tocar y cuando terminaban, se daban un beso que sonaba como si escupieran al mismo tiempo un hueso de ciruela.
Jobo, que ahora se llamaba Jacobo, decidió quedarse con los humanos. Aprendió a contar, para qué se usaban las puertas y a pronunciar tonto como todos los demás. Sólo cuando se sentía especialmente feliz, triste, furioso o cansado, necesitaba pronunciar las viejas palabras.
Tres años después se casó con Rosalía. Tuvieron cuatro niños; tres de ellos eran humanos, pero en seguida se dio cuenta de que el cuarto era un gigante. Comía muchísimo y crecía por días. Era bastante tonto y abría la boca cuando Jacobo y Rosalía tocaban el contrabajo. Como la casa era demasiado pequeña para él, tenía que vivir en el granero. Caminaba por la hierba con paso cargado y, cuando se agarraba a los árboles, las manzanas que todavía estaban verdes caían en tropel-
-Esto no puede seguir así –le dijo Jacobo a su mujer. Sólo con que el niño tropezara con una valla, las vacas huían despavoridas por los prados.
-Ven, te voy a enseñar el camino a casa de los gigantes –le dijo Jacobo al niño.
-Camino a casa de los gigantes –repitió el niño.
Se rió por primera vez y en voz tan alta que los pájaros salieron huyendo en bandada de los bosques.

JÜRG SCHUBIGER, Cuando el mundo era joven todavía, ANAYA, Madrid, 2003.

jueves, 12 de febrero de 2009

30 de enero. DÍA DE LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA

NO (G. FUERTES)



PRIMERO VINIERON... (B. BRECHT)



Alumnos y alumnas de 3º C

miércoles, 11 de febrero de 2009

EL CONDE LUCANOR. IES ÁNGEL GANIVET

EL CONDE LUCANOR. Curso 2008/09

1.- LO QUE HACEN LAS HORMIGAS PARA MANTENERSE


Rafael Espinosa (3º B)

MORALEJA:

NO COMAS SIEMPRE LO GANADO PUES EN PENURIA NO MORIRÁS HONRADO


2.- LO QUE LE ACONTECIÓ A UN CUERVO CON SU ZORRO


María García (3º A)

MORALEJA:
QUIEN ALABA LO QUE NO TIENES QUIERE LLEVARSE LO QUE TIENES



3.- LO QUE LE OCURRIÓ A UN HOMBRE QUE POR POBREZA Y FALTA DE OTRO ALIMENTO COMÍA ALTRAMUCES



Cristina González (3º A)

MORALEJA:
POR SER POBRE NO TE DESANIMES PORQUE SIEMPRE HABRÁ OTROS MÁS POBRES


4.- LO QUE LE SUCEDIÓ A UN HOMBRE QUE TENÍAN QUE LIMPIARLE EL HÍGADO


Pablo López (3º A)

MORALEJA:
SI NO TE PIENSAS BIEN A QUIEN PRESTAR SOLO MUY GRAVES DAÑOS TE PODRÁN AGUARDAR


5.- LO QUE LE SUCEDIÓ A LA GOLONDRINA CON LOS OTROS PÁJAROS CUANDO VIO SEMBRAR EL LINO


Alicia Ibáñez (3º B)

MORALEJA:
LOS MALOS AL COMIENZO DEBEMOS ARRANCAR PORQUE UNA VEZ CRECIDOS ¿QUIÉN LOS ATAJARÁ?

martes, 10 de febrero de 2009

domingo, 8 de febrero de 2009

UN POEMA A LA SEMANA (13)

“Y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad”.
(Calderón, La vida es sueño)


Segismundo

Es verdad; pues reprimamos
Esta fiera condición.
Esta furia, esta ambición,
Por si alguna vez soñamos;
Y sí haremos, pues estamos
En un mundo tan singular,
Que el vivir sólo es soñar;
Y la experiencia me enseña
Que el hombre que vive sueña
Lo que es hasta despertar.
Sueña el rey que es rey, y vive
Con este engaño mandando,
Disponiendo y gobernando;
Y este aplauso, que recibe
Prestado, en el viento escribe;
Y en las cenizas le convierte
La muerte (¡desdicha fuerte!)
Que hay quien intente reinar,
Viendo que ha de despertar
En el sueño de la muerte?
Sueña el rico en su riqueza,
Que más cuidados le ofrece;
Sueña el pobre que padece
Su miseria y su pobreza;
Sueña el que a medrar empieza,
Sueña el que afana y pretende,
Sueña el que agravia y ofende,
Y en el mundo, en conclusión,
Todos sueñan lo que son,
Aunque ninguno lo entiende.
Yo sueño que estoy aquí
Destas prisiones cargado,
Y soñé que en otro estado
Más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí:
¿Qué es la vida? Una ilusión.
Una sombra, una ficción,
Y el mayor bien es pequeño;
Que toda la vida es sueño,
Y los sueños, sueños son.

Calderón de la Barca

UN LUNES, UN CUENTO (15)


LAS LEYES DE LA HOSPITALIDAD

En algunos casos, incluso cuando todas las formas del deber y de las conveniencias parecen respetarse, se pierde la noción de mesura. Entonces el comportamiento llega a extremos que quizá no sean aconsejables.
Una historia india, a menudo contada de diversas formas, presenta a un pajarero, un hábil trampero. Capturaba pájaros vivos y los vendía en el mercado.
Un día entre sus presas se encontraba una paloma a la que llevaba en una jaula de bambú. Cuando estaba atravesando un espeso bosque para regresar a su morada, una tormenta inhabitual sacudió la tierra. Caminar se hacía imposible. El hombre tuvo que buscar cobijo bajo un árbol enorme. Se apoyó contra el árbol (al que pidió protección) y dejó en el suelo, a su lado, la jaula que encerraba a la paloma y otra jaula donde otros pájaros se debatían.
Resultó que aquel árbol era la vivienda de la paloma, de su presa, que allí vivía con su macho. Éste, que se había escondido de la tormenta en las cavidades del tronco, oyó las quejas de su compañera. Salió temeroso y la vio prisionera en su jaula, debajo de él.
Los dos palomos entablaron conversación en su lengua, que el hombre no podía comprender a pesar de ser un habitual de los bosques. Y los otros pájaros le gritaron al palomo:
-Tiene hambre –dijo la paloma a su compañero.
-Sí, tiene hambre –contestó el macho-. Es nuestro huésped. Tenemos que alimentarlo.
-Tienes razón -le dijo la hembra-. Tenemos que alimentarlo. Es necesario.
Ambos se entendieron. Con lo tarde que era no tenía sentido buscar en el bosque algún alimento para el trampero. Todo estaba oscuro y parecía hostil. El palomo cerró las alas y se dejó caer en medio de las llamas que tenía debajo, ante la sorprendida mirada del cazador. En un instante se quemaron sus plumas, su piel se asó, su vida se perdió.
El trampero, que comprendía el sentido de aquel gesto a la perfección, se emocionó hasta el punto de echarse a llorar. Abrió la puerta de la jaula y liberó a la hembra, mientras le pedía perdón, a ella y a los otros pájaros.
Pero la hembra, en lugar de perderse en el bosque, se unió a su esposo en las llamas y ardió con él.

CARRIÈRE, J.C., El círculo de los mentirosos. Cuentos filosóficos del mundo entero, LUMEN, Barcelona, 2001.

ACRÓSTICO DE FERNANDO DE ROJAS EN "LA CELESTINA"

El autor a un su amigo1

Suelen los que de sus tierras ausentes se hallan considerar de qué cosa aquel lugar donde parten mayor inopia2 o falta padezca, para con la tal servir a los conterráneos,3 de quien en algún tiempo beneficio recibido tienen. E viendo que legítima obligación a investigar lo semejante me compelía para pagar las muchas mercedes de vuestra libre liberalidad recibidas, asaz4 veces retraído en mi cámara5 (acostado sobre mi propia mano, echando mis sentidos por ventores6 e mi juicio a volar) me venía a la memoria, no sólo la necesidad que nuestra común patria tiene de la presente obra por la muchedumbre de galanes e enamorados mancebos que posee, pero aun en particular vuestra misma persona, cuya juventud de amor ser presa se me representa haber visto y dél cruelmente lastimada, a causa de le faltar defensivas armas para resistir sus fuegos. Las cuales hallé esculpidas en estos papeles; no fabricadas en las grandes herrerías de Milán, mas en los claros ingenios de doctos varones castellanos formadas. E como mirase su primor, sutil artificio, su fuerte e claro metal, su modo e manera de labor, su estilo elegante, jamás en nuestra castellana lengua visto ni oído, leílo tres o cuatro veces. E tantas cuantas más lo leía, tanta más necesidad me ponía de releerlo, e tanto más me agradaba y en su proceso nuevas sentencias sentía. Vi no sólo ser dulce en su principal historia o ficción toda junta, pero aun de algunas sus particularidades salían deleitables fontecicas de filosofía; de otras, agradables donaires; de otras, avisos e consejos contra lisonjeros e malos sirvientes, e falsas mujeres hechiceras.
Vi que no tenía su firma del autor; el cual, según algunos dicen fue Juan de Mena, e según otros Rodrigo Cota. Pero, quienquiera que fuese, es digno de recordable memoria por la sutil invención, por la gran copia7 de sentencias entregeridas8 que so color de donaires tiene. ¡Gran filósofo era! E pues él, con temor de detractores e nocibles lenguas, más aparejadas a reprender que a saber inventar, quiso celar e encubrir su nombre, no me culpéis si, en el fin bajo que lo pongo, no expresare el mío. Mayormente que, siendo jurista yo, aunque obra discreta es ajena de mi facultad e quien lo supiese diría que no por recreación de mi principal estudio, del cual yo más me precio, como es la verdad, lo hiciese; antes9 distraído de los derechos, en esta nueva labor me entremetiese.10 Pero, aunque no acierten, sería pago de mi osadía. Asimismo pensarían que no quince días de unas vacaciones, mientras mis socios11 en sus tierras, en acabarlo me detuviese, como es lo cierto; pero aun más tiempo e menos acepto.
Para disculpa de lo cual todo, no sólo a vos pero a cuantos lo leyeren, ofrezco los siguientes metros. E porque conozcáis dónde comienzan mis mal doladas12 razones y acaban las del antiguo autor, en la margen hallaréis una cruz, y es el fin de la primer [es]cena. Vale.13

EL AUTOR, EXCUSÁNDOSE DE SU YERRO EN ESTA OBRA QUE ESCRIBIÓ, CONTRA SÍ ARGUYE E COMPARA14

El silencio escuda y suele encubrir
Las faltas de ingenio e las torpes lenguas;
Blasón que es contrario publica sus menguas
Al que mucho habla sin mucho sentir.
Como la hormiga que deja de ir
Holgando por tierra con la provisión,
Jactóse con alas de su perdición:
Lleváronla en alto, no sabe dónde ir.
PROSIGUE
El aire gozando, ajeno y extraño,
Rapiña es ya hecha de aves que vuelan;
Fuertes más que ella por cebo la llevan:
En las nuevas alas estaba su daño.
Razón es que aplique a mi pluma este engaño,
No disimulando con los que arguyen;
Así que a mí mismo mis alas destruyen,
Nublosas15 e flacas, nacidas de hogaño.16
PROSIGUE
Donde ésta gozar pensaba volando,
O yo aquí escribiendo cobrar más honor,
De lo uno y lo otro nació disfavor:
Ella es comida y a mí están cortando
Reproches, revistas17 e tachas. Callando
Obstara18 los daños de envidia e murmuros;19
Y así navegando, los puertos seguros
Atrás quedan todos ya, cuanto más ando.
PROSIGUE
Si bien discernís mi limpio motivo,
A cuál se endereza de aquestos extremos,
Con cuál participa, quién rige sus remos:
Amor apacible o desamor esquivo,
Buscad bien el fin de aquesto que escribo,
O del principio leed su argumento.
Leedlo y veréis que, aunque dulce cuento,
Amantes, que os muestra salir de cautivo.
COMPARACIÓN
Como el doliente que píldora amarga
O huye o recela o no puede tragar,
Métenla dentro de dulce manjar:
Engáñase el gusto, la salud se alarga.
Desta manera mi pluma se embarga20
Imponiendo dichos lascivos, rientes,
Atrae los oídos de penadas gentes:
De grado escarmientan y arrojan su carga.
VUELVE A SU PROPÓSITO
Este mi deseo cargado de antojos
Compuso tal fin que el principio desata;
Acordó de dorar con oro de lata
Lo más fino oro que vio con sus ojos
Y encima de rosas sembrar mil abrojos.21
Suplico pues suplan, discretos, mi falta;
Teman groseros y en obra tan alta
O vean y callen, o no den enojos.
PROSIGUE DANDO RAZONES
POR QUE SE MOVIÓ A ACABAR ESTA OBRA
Yo vi en Salamanca la obra presente.
Movíme acabarla por estas razones:
Es la primera que estó22 en vacaciones;
La otra que oí su inventor ser sciente;23
Y es la final, ver ya la más gente
Vuelta e mezclada en vicios de amor.
Estos amantes les pondrán temor
A fiar de alcahueta, ni de mal sirviente.
Y así que esta obra, a mi flaco entender,
Fue tanto breve cuanto muy sutil,
Vi que portaba sentencias dos mil:
En forro de gracias, labor de placer.
No hizo Dédalo24 en su oficio e saber
Alguna más prima entretalladura,25
Si fin diera en esta su propia escritura,
Corta, un gran hombre y de mucho valer.
Jamás no vi sino en terenciana,26
Después que me acuerdo, ni nadie la vido,27
Obra de estilo tan alto y subido
En lengua común vulgar castellana.
No tiene sentencia de donde no mana
Loable a su autor y eterna memoria,
Al cual Jesucristo reciba en su gloria
Por su pasión santa, que a todos nos sana.
AMONESTA A LOS QUE AMAN QUE SIRVAN A DIOS Y DEJEN LAS MALAS COGITACIONES28 E VICIOS DE AMOR
Vosotros que amáis, tomad este ejemplo,
Este fino arnés29 con que os defendáis;
Volved ya las riendas, porque no os perdáis;
Load siempre a Dios visitando su templo;
Andad sobre aviso, no seáis de ejemplo
De muertos y vivos y propios culpados.
Estando en el mundo yacéis sepultados;
Muy gran dolor siento cuando esto contemplo.
FIN
Olvidemos los vicios que así nos prendieron,
No confiemos en vana esperanza;
Temamos Aquel que espinas y lanza,
Azotes y clavos su sangre vertieron;
La su santa faz herida escupieron,
Vinagre con hiel fue su potación,30
A cada santo lado consintió un ladrón.
Nos lleve, le ruego, con los que creyeron.

lunes, 2 de febrero de 2009

UBI SUNT

UN POEMA A LA SEMANA (12)

PRESENCIA EN SOLEDAD

Porque el no tiene un revés,
-quién lo probó no lo sabe-,…

PEDRO SALINAS

TÚ puedes decir que no, y esconderte,
tapiar todas las puertas,
suprimir las rendijas por done intente, pálido,
filtrarse el sol desnudo de mi vida.
Tú puedes huir del fondo de mi sueño
y evadirte de la sincera magia del recuerdo imborrable,
mientras todas las manos se tiende al vacío.

Tú puedes decir que no.
Leer un largo libro y, sin pensarme,
quitar el polvo gris de mi otra sombra,
estrujarme, crujirme entre los dedos
fieles de tu memoria,
dejando sólo el polen de mi ausencia,
junto con la ceniza y el despojo final de tu cigarro,
muerto en tu cenicero.

Bien. Tú puedes decir que no,
pensar que no fue nada,
que tú y yo nunca fuimos esa música
oculta en los rincones de la ciudad dormida.
No creer en mi beso,
figurártelo lívido, sin vida,
sin oír que, fantasma, te humedece los labios
y te los hace míos cuando hablas.

Tú puedes unir todas tus caricias
y formar una cadena sola
que rodee y acaricie el cuello que es de ella.
También, si acaso -¿por qué no?-
puedes reírte y decir: “Pobre Elena”, con una voz distinta
naciéndote del surco trasplantado
con la semilla fértil de tu olvido.

Tú puedes decir que no,
que no es mi sangre
el tic-tac del reloj de tu mesa de noche,
ni son mis ojos todas las estrellas,
ni que mis manos son todos los ríos,
que ni mi llanto son todas las puertas
temblando por la noche.


Tú puedes decir que no.
Pero yo sé que soy ese ritmo que de pronto estremece
tu voz cuando la besas,
y que estoy en la mirada errante de tus ojos,
apartados de la sonora curva de su boca.
Pero tú puedes andar por las calles,
-las calles donde nunca habré estado-
usar tu misma voz y la sonrisa,
leer el mismo libro o quizá
otro libro cualquiera,
mientras mi sangre se finge una luz última
sobre el silencio íntimo de la nieve en mi tarde.

Tú puedes decir que no, y sin decirlo,
tener un no redondo en tus palabras.
Las palabras que dices ahora cuando vas y la miras,
esas palabras que le vas entregando una a una
cubriendo su almohada de azahares cumplidos
y tejiendo con ellas tu amor ¡ay! sí, por ella,
desnudando a tu noche de lunas y pasiones.
Pero dentro del no cerrado y en su círculo
estarán las palabras –otras-
que nunca me ofreciste.

Pero tú ya no puedes,
yo sé que tú no puedes
borrar todas las letras de lo que ya está escrito
sobre los almanaques de una fecha.
Tú puedes decir que no,
negar, negar tres veces,
tres veces multiplicadas por tres veces,
y de todas las sumas,
saldrá un número exacto
y se quedará siempre aquí en tus manos,
sin que puedas restarle la evidencia
de lo que fue y es tiempo.
Un tiempo que es el mismo,
un ahora despierto, un sí que te persiga,
haciendo de tu sombra
la doble circunstancia de tu paso.

ELENA MARTÍN VIVALDI, Unos labios dicen (Antología), CONSEJERÍA DE EDUACIÓN Y CIENCIA Y UNIVERSIDAD DE GRANADA, 2007.

UN LUNES, UN CUENTO (14)


BUENA SUERTE, MALA SUERTE

Había una vez un anciano granjero que tenía una yegua. Un día, la yegua saltó la verja y salió corriendo. Sus vecinos le dijeron: “Ahora ya no tienes caballo que te sirva de arriero en la época de siembra. ¡Qué mala suerte!”.
-Buena suerte, mala suerte –contestó el granjero-. ¿Quién sabe?

La semana siguiente, la yegua regresó acompañada de dos sementales: “Ahora, con tres caballos, eres rico” le dijeron sus vecinos. “¡Qué suerte tienes!”.
-Buena suerte, mala suerte –contestó el granjero-. ¿Quién sabe?

Aquella tarde, el hijo único del granjero intentó domar a uno de los sementales, pero éste le tiró al suelo y le rompió la pierna: “Ahora ya no tienes a nadie que te ayude en la plantación”, le dijeron los vecinos. ¡Qué mala suerte!”.
-Buena suerte, mala suerte –contestó el granjero-. ¿Quién sabe?

Al día siguiente, los soldados del emperador pasaron por aquella ciudad alistando a todos los varones primogénitos de cada familia, pero dejaron al hijo del granjero por su pierna rota: “Tu hijo es el único primogénito en la provincia que no ha sido separado de su familia, le dijeron los vecinos. “¡Qué suerte tienes…!”.

30 de enero. DÍA DE LA PAZ Y LA NO VIOLENCIA


Por último, AGRADECER a todos y todas los que hicieron posible acercar un poquito más el tema de la NO VIOLENCIA Y LA PAZ.