lunes, 2 de febrero de 2009

UN POEMA A LA SEMANA (12)

PRESENCIA EN SOLEDAD

Porque el no tiene un revés,
-quién lo probó no lo sabe-,…

PEDRO SALINAS

TÚ puedes decir que no, y esconderte,
tapiar todas las puertas,
suprimir las rendijas por done intente, pálido,
filtrarse el sol desnudo de mi vida.
Tú puedes huir del fondo de mi sueño
y evadirte de la sincera magia del recuerdo imborrable,
mientras todas las manos se tiende al vacío.

Tú puedes decir que no.
Leer un largo libro y, sin pensarme,
quitar el polvo gris de mi otra sombra,
estrujarme, crujirme entre los dedos
fieles de tu memoria,
dejando sólo el polen de mi ausencia,
junto con la ceniza y el despojo final de tu cigarro,
muerto en tu cenicero.

Bien. Tú puedes decir que no,
pensar que no fue nada,
que tú y yo nunca fuimos esa música
oculta en los rincones de la ciudad dormida.
No creer en mi beso,
figurártelo lívido, sin vida,
sin oír que, fantasma, te humedece los labios
y te los hace míos cuando hablas.

Tú puedes unir todas tus caricias
y formar una cadena sola
que rodee y acaricie el cuello que es de ella.
También, si acaso -¿por qué no?-
puedes reírte y decir: “Pobre Elena”, con una voz distinta
naciéndote del surco trasplantado
con la semilla fértil de tu olvido.

Tú puedes decir que no,
que no es mi sangre
el tic-tac del reloj de tu mesa de noche,
ni son mis ojos todas las estrellas,
ni que mis manos son todos los ríos,
que ni mi llanto son todas las puertas
temblando por la noche.


Tú puedes decir que no.
Pero yo sé que soy ese ritmo que de pronto estremece
tu voz cuando la besas,
y que estoy en la mirada errante de tus ojos,
apartados de la sonora curva de su boca.
Pero tú puedes andar por las calles,
-las calles donde nunca habré estado-
usar tu misma voz y la sonrisa,
leer el mismo libro o quizá
otro libro cualquiera,
mientras mi sangre se finge una luz última
sobre el silencio íntimo de la nieve en mi tarde.

Tú puedes decir que no, y sin decirlo,
tener un no redondo en tus palabras.
Las palabras que dices ahora cuando vas y la miras,
esas palabras que le vas entregando una a una
cubriendo su almohada de azahares cumplidos
y tejiendo con ellas tu amor ¡ay! sí, por ella,
desnudando a tu noche de lunas y pasiones.
Pero dentro del no cerrado y en su círculo
estarán las palabras –otras-
que nunca me ofreciste.

Pero tú ya no puedes,
yo sé que tú no puedes
borrar todas las letras de lo que ya está escrito
sobre los almanaques de una fecha.
Tú puedes decir que no,
negar, negar tres veces,
tres veces multiplicadas por tres veces,
y de todas las sumas,
saldrá un número exacto
y se quedará siempre aquí en tus manos,
sin que puedas restarle la evidencia
de lo que fue y es tiempo.
Un tiempo que es el mismo,
un ahora despierto, un sí que te persiga,
haciendo de tu sombra
la doble circunstancia de tu paso.

ELENA MARTÍN VIVALDI, Unos labios dicen (Antología), CONSEJERÍA DE EDUACIÓN Y CIENCIA Y UNIVERSIDAD DE GRANADA, 2007.

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