martes, 10 de enero de 2012

¿CÓMO ENFOCAR UN COMENTARIO CRÍTICO SOBRE LOS GIRASOLES CIEGOS?


¿CÓMO ENFOCAR UN COMENTARIO CRÍTICO SOBRE LOS GIRASOLES CIEGOS?

Las ideas que quedan aquí expresadas son de carácter orientativo. Cada comentario puede elaborarse desde distintas perspectivas igualmente válidas y certeras. Lo importante es “razonar” y, a partir de las perspectivas seleccionadas, alcanzar una conclusión personal. Planteamos claves que pueden desarrollarse atendiendo al manual Cómo se hace un comentario de texto, José Calos Aranda, Berenice, 2009.

REFLEXIONES SOBRE LOS GIRASOLES CIEGOS:

La obra, escrita por Alberto Méndez Borra, desarrolla cuatro relatos cortos ambientados en la Guerra Civil española a los que titula “Derrotas”. La perspectiva personal del autor, militante de Partido Comunista hasta 1982, se deja sentir en la selección y enfoque de las historias y protagonistas. Todas tienen en común un tema, la motivación para la supervivencia personal después de las vivencias horrendas de una guerra civil, la muerte en todos los casos, justifica el título de “derrota”, ninguno logra encontrar los medios o los resortes necesarios para seguir viviendo. Creo que por ahí podemos enfocar el comentario crítico.

En la primera historia, el capitán Alegría elige el bando nacional, el bando vencedor en la guerra, pero decide entregarse como “derrotado” la víspera de la victoria. No es un militar, de hecho carece de espíritu militar y sus dotes de organización lo hacen medrar en un puesto de intendencia que desarrolla con todas sus habilidades. Hemos de pensar que elige el bando libremente, pero sus vivencias lo llevan a no aceptar ser vencedor tras sus experiencias en la guerra. Cabe plantearse algunas interrogantes que nos ayudarán a desarrollar un buen comentario crítico: ¿el fin justifica los medios?, ¿puede uno sentirse vencedor -el bando no importa- con la muerte de tanto ser humano?, ¿tiene la guerra alguna justificación posible o no?
Desde la perspectiva de un militar, los hechos descritos en el relato están justificados. La última fase de una guerra es la “explotación del éxito”, significa perseguir y eliminar al enemigo más allá de la derrota para evitar que en el futuro pueda seguir siendo un peligro. No hay piedad posible porque no hacerlo bien podría suponer el resurgir del conflicto. El vencedor no lo va a permitir. Esta idea es la que se expresa en los manuales al uso del ejército, de cualquier ejército, y es lógico desde la perspectiva de un militar que justifica la guerra como la “prosecución de la diplomacia por otros medios”. Pero cuando la realidad te obliga a presenciar el exterminio y la carnicería, incluso cuando ya el vencido carece de medios para defenderse, ¿podemos seguir viviendo en conciencia?. La respuesta del protagonista es que no, ha sido derrotado por la experiencia, por una realidad que no puede asumir, la muerte desalmada de tanto ser humano. La cuestión está en cómo sentimos las vivencias, de ahí el título de este cuento: “Si el corazón pensara, dejaría de latir”.
Ante la desesperación podría optar por el suicidio pero ¿por qué no lo hace?, la muerte se le resiste, sobrevive a un fusilamiento, al hambre y la interperie, sobrevive con ayuda de sus propias víctimas. ¿Es una forma de compensar la balanza el convertirse a sí mismo en víctima? Quizá la clave esté en la afirmación inicial de que cada muerto glorifica al bando que mata, y su muerte -incluso por suicidio- atentararía contra el orden ético y moral que es la clave del personaje: que su muerte sirva para glorificar esa masacre excede capacidad, ésta debe venir impuesta.
En la segunda derrota, “Manuscrito encontrado en el olvido”, estamos ante el tópico del manuscrito encontrado. La técnica nos permite adentrarnos en los entresijos de la psicología y los sentimimientos íntimos del protagonista que es, a la vez, el narrador. En este caso, el amor podría haber sido el móvil de la supervivencia: al morir la amada, joven, en el parto de su propio hijo, la vida deja de tener sentido. Encuentra un segundo móvil en la criatura recién nacida, supone una justificación para su propia supervivencia, a ella se aferra el protagonista de forma casi autómata. Pero carga en la conciencia con sus decisiones mal tomadas, el permitir que su amada lo acompañara a un viaje sin rumbo, a un escapar de la muerte segura para encontrar una muerte incierta. ¿Es el amor una fuerza de supervivencia en la vida? ¿Puede el amor impulsarte a mantenerte con vida? ¿Es un motor de lucha vital? En este caso lo es, y la derrota lo es por las propias circunstancias, el frío y la inanición; pero la criatura, su hijo, lo impulsa a continuar más allá de la frustración y el horror vivido. En esta historia, centraría la reflexión en el amor -a la amada, al hijo- como motor de vivencia y supervivencia ante la vida, como algo que nos ayuda a elevarnos sobre los sinsabores y horrores de lo cotidiano incluso en los casos más extremos, incluso con un alma sensible como la del protagonista que nos hace partícipes de su historia en primera persona. El editor vuelve a tomar la palabra al final del relato con una sentencia que bien puede ser otro motivo de reflexión, particular en el texto y general en la obra: “[...] lo escribió cuando tenía dieciocho años, y creo que esa no es edad para tanto sufrimiento.” A veces, la vida nos somete a experiencias horribles que debemos superar. Evidentemente, la guerra es una situación límite que trunca vidas con el sufrimiento como pago incierto de la supervivencia, pero también en el día a día, en nuestra maravillosa sociedad, puede haber experiencias que nos condenen a un sufrimiento injusto para quien está aprendiendo a vivir con las ilusiones y el amor a flor de piel como bandera.
En la tercera derrota, “El idioma de los muertos”, el miliciano detenido, Juan Serna, podría haber sobrevivido manteniendo su historia inventada sobre el hijo del coronel Eymar. Estamos ante el cuento de Sherezade que logra sobrevivir a la cruel sentencia del sultán instigando su curiosidad. Cada día un nuevo cuento interrumpido. Pero para mantenerse vivo hay que querer seguir vivo, y para lograrlo necesita sublimar como héroe a quien no fue sino un vulgar ladrón, un delincuente común. No lo soporta y renuncia a seguir vivo. Muchas veces en la vida, podemos lograr mantenernos en nuestro puesto de trabajo, o mantener relaciones de amistad cultivando la mentira para sobrevivir, la pregunta clave estará en dónde pondríamos el límite entre el instinto, la necesidad de supervivencia y la dignidad y la conciencia personal. El protagonista no quiere su vida a costa de la exaltación de una mentira que abomina. ¿Y nosotros? ¿Podríamos plantearnos esta cuestión llevada a la vida cotidiana? En medio encontramos el horror de la vida carcelaria, sus rutinas, sus desafueros, los resortes humanos para atrapar una ilusión fantasma y transformarla en esperanza. La camaradería y el honor entre iguales que necesita mirar hacia otro lado para seguir viviendo cuando una reja separa la vida de la supervivencia sometida.
En la última derrota, “Los girasoles ciegos, de la que toma título el libro, enfrentamos la supervivencia a la necesidad de vivir ocultos. Se trata de un relato escrito desde el recuerdo de una primera persona, aparece inserta correspondencia suelta para ofrecernos la perspectiva íntima de otro de los personajes clave del relato y el propio narrador actúa como hilo conducto. El protagonista vive encerrado en una habitación camufada. Su mujer y su hijo lo encubren. La habitación oculta puede ser una simple alegoría de ocultarnos a nosotros mismos ante los demás, no darnos a conocer. Podemos sobrevivir pero ¿tiene límites? En el relato que nos ocupa, el límite aparece cuando la mujer está siendo violada. El protagonista no puede aceptar ese precio y prefiere su propia destrucción.
¿Dónde ponemos nosotros el límite? A veces, sobrevivir consiste en admitir, aceptar y administrar condiciones que nos superan y van en contra de nuestra conciencia, no sólo en tiempo de guerra sino en cualquier circunstancia. ¿Dónde pondríamos nosotros nuestro propio límite? ¿Dónde debería estar?

Creo que un error sería usar el libro como un manual ideológico, centrarse en lo malos que fueron unos y lo buenos que fueron otros, o derivar el tema hacia las fosas y los enterrados de la Guerra Civil y la memoria histórica, porque podríamos caer fácilmente en un lenguaje panfletario carente de argumentación, en una concatenación de peticiones de principio. Si optamos por esta vía, sería interesante razonar el porqué del resurgir de una dialéctica del “cainismo” fratricida cuando la transición trató de primar la reconciliación. Pablo García Baena, en su obra Córdoba (Almuzara, 2009, pág. 124), hablando de la revista Praxis, donde colaboraban José Aumente y Carlos Castilla del Pino, allá por 1960, nos informa del espíritu que alentaba a sus colaboradores: “Serenos, progresivos, tolerantes, fueron siempre sus escritos en la búsqueda de una verdad de reconciliación, verdad que a veces, en los últimos tiempos, le separaba de alguna de las actitudes radicales de sus compañeros políticos, y que nos recordaban el “no es eso, no es eso” orteguiano, pues siempre la honradez, como la de los viejos leones republicanos, fue su verdad suprema”. Podríamos destacar el horror de la guerra en sí, cómo el hombre se anula por la masa en condiciones determinadas -película “La ola”, de Dennis Gansel, 2008-, como el poder contamina y transforma al ser humano hasta convertirlo en aquello mismo contra lo que luchaba -Rebelión en la granja, de Orwell-, cómo el miedo y la inseguridad pueden llevarnos a situaciones extremas en las que realicemos actos totalmente contrarios a nuestros criterios serenos habituales, cómo es necesaria la coherencia vital para lograr el deseo de vivir más allá de la realidad, etc. De todo ello podemos encontrar ejemplos en la historia con todos los tintes políticos e ideológicos que queramos, incluso religiosos. También podemos encontrar ejemplos fáciles en los que la violencia extrema se justifica en determinadas circunstancias -”El patriota” de Gibson, 2007, por ejemplo- y que, a través del cine y la televisión, siguen alentando esa posibilidad en el subconsciente individual y colectivo.

FUENTE: http://josecarlosaranda.com/2010/05/05/%C2%BFcomo-enfocar-un-comentario-critico-sobre-los-girasoles-ciegos/

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