domingo, 11 de enero de 2009

UN LUNES, UN CUENTO (11)


ARRIMARSE A UN LADO

Había una vez un pueblo que tenía varias calles estrechas, que no podían pasar las bestias con los serones sino rozando por las paredes. El alcalde, viendo que daban quejas porque atropellaban a algunas personas, dio orden de que todos los que pasaran con bestias dijeran “arrimarse a un lado” varias veces.
Una tarde pasaba uno con dos bestias y había dos mujeres hablando de las cosas con los maridos: que mi marido es malo; que mi marido no trabaja; y la otra: que si es un borracho; y el hombre dando voces diciendo: “¡arrimarse a un lado! Y ellas erre que erre, y el hombre le pegó un palo a cada bestia viendo que no hacían caso, y atropelló a las mujeres. Ellas empezaron a decir: “¡Pícaro, que voy a dar parte al alcalde de que nos has lastimado usted y ha roto los mantos!” Ahora él, antes que ellas fueran a quejarse, dejó las bestias en su casa y fue a casa del alcalde y le contó lo que había pasado con las dos mujeres; el alcalde le dijo a él:
-Cuando se cite a usted, aunque yo le diga los mayores insultos, usted callado, porque quiero hacer creer que es sordomudo.
Ahora él se fue a su casa y las mujeres vinieron a quejarse; se mandó al alguacil a llamar al hombre de seguida, y cuando estuvieron todos tres reunidos, preguntó el alcalde a ellas lo que pedían contra ese hombre; ellas dijeron que las había atropellado en la calle y les había estropeado la cara y roto los mantos; entonces el alcalde se volvió al hombre y le dijo que si no estaba enterado de la orden que él había dado, a lo que el otro no contestó nada; el alcalde hizo el papel de que se incomodaba, diciéndole que si estaba haciendo burla de él, que de él nadie la había hecho, que iría a la cárcel; por más cosas que le decía no contestaba nada; entonces el alcalde volvió la cara a las mujeres y les dijo que qué justicia haría a un hombre mudo y sordo, pues no le contestaba, señal de que no oía; las mujeres, impacientes, llenas de soberbia, viendo que no podían salirse con que les pagara el daño, dijeron:
-Señor alcalde, ¿Qué es mudo y sordo? Lo que está haciendo es burla de usted, pues bastantes gritos daba diciendo: “¡arrimarse a un lado!”; haciendo burla de usted está el muy tunante.
Entonces el alcalde les dijo:
-Ahora se van ustedes a su casa a curarse la cara y componerse el manto por haberme venido con mentiras y embustes porque el hombre ha cumplido con la orden que tengo dada.
Ya está mi cuento acabao con perejil y rábanos asaos.

A. R. ALMODÓVAR, Cuentos al amor de la lumbre (II), ANAYA, Madrid, 1986.

No hay comentarios: